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Friday, 7 August 2020

La Casa En La Selva.



Mi papá Antonio, toda la vida dedicado a escribir, no pudo darse el gusto de ver su última novela publicada. A seis años de su partida nos damos el gusto de hacer una edición dedicada a su familia,  admiradores y amigos.

A continuación el prólogo de esta publicación que tengo a disposicion para interesados. También se puede bajar para lectura online



"Murindó, en los límites de Chocó y Antioquia, en la región en la espesa selva que recorre el río Atrato, es el escenario en que transcurre esta novela en los años 60s del siglo pasado. Un antropólogo aventurero de manera detectivesca reconstruye a partir de su vivencia e historias narradas hechos acaecidos en una sorprendente casa que parece trasplantada desde un refinado club caribeño hasta el medio de la tórrida selva del Darién. La novela trata de reconstruir una historia finalmente truncada, ambientada en un territorio de extrema pobreza donde la gente, olvidada por el Estado, crea un entorno social ajeno por completo a éste."

La infancia está marcada por recuerdo de aromas y sonidos, para algunos es el olor de ciertas frutas o la campanita del carro del heladero. Para mí fue el aroma a trementina del estudio de mi madre y la música clásica acompasada por el frenético golpeteo a dos dedos de mi papá en su máquina de escribir Olivetti. Su oficio y pasión era escribir. Creó artículos para revistas y periódicos, guiones para cine y TV. Cuentos, novelas, piezas de teatro, proyectos de investigación, fascículos, artículos para revistas, columnas y un montón de textos para apoyar causas perdidas. Su producción fue impresionante: la empezó antes de cumplir 20 años como reportero benjamín de El Tiempo en sana pero reñida competencia con su amigo Gabriel García Márquez, en El Espectador, para ver quien chiviava a quien.

La creatividad de Montaña con la pluma, lo puso en la mira de las autoridades durante la dictadura del general Rojas Pinilla, lo pillaron con las manos en la masa, armado con un mimeógrafo donde re-escribía las letras de las canciones populares -mucho mejores que las originales- para burlarse del régimen. Tras una cinematográfica fuga cuando fue a despedirse de sus amigos de El Tiempo, por graciosa concesión, gracias a la intervención de su tío el arzobispo, huye desde la oficina de la dirección de el periódico, termina exiliado en México donde se hace amigo de los grandes escritores mexicanos de su generación. Allí conoce a Teyé -la culpable de olor a trementina-, referenciada por su amigo común Fernando Botero. En 1959 inician su vida juntos en una sucesión de proyectos no todos bien sucedidos, pero siempre con el mismo entusiasmo.

Su Casa de la Cantera en Chía, a pocos kilómetros de Bogotá, era el escenario y punto de partida. Su talento y amor por la culinaria, era motivo adicional para que su casa se convirtiera en punto de encuentro permanente, donde llegaban amigos artistas, escritores, intelectuales y políticos, varios de ellos destacados personajes del siglo XX en Colombia. Las historias que ellos contaban en estas reuniones fantásticas al calor de whiskies y legendarios banquetes por él preparados, serían la fuente de inspiración de sus nuevas creaciones literarias.

Algunos meses después, invitados a otro almuerzo, él leería en voz alta, una versión incrementada y re-imaginada de una de estas charlas de salón. A excepción de un catalán que no le hizo gracia la versión caricaturizada de su amigo poeta en la boca de mi padre y que por ello le retiró el saludo terminantemente (a pesar del "yo te lo dije Antonio" de Teyé) siempre sus amigos celebraban sus historias reinventadas y exaltadas por el whisky y la buena mesa.

Cuando la materia prima es buena, la creación debe ser extraordinaria. Uno de su grandes amigos fue Gerardo Reichel-Dolmatoff, padre de la arqueología y etnología en Colombia y su esposa y compañera de aventuras Alicia. Reichel fue uno de aquellos migrantes europeos que, sorprendidos con lo que encontraban en el país, pusieron en evidencia lo que para nosotros quizás, era apenas paisaje. Él figura como narrador de esta historia ambientada en un punto entre el Chocó y el norte de Antioquia de los años 60s del siglo XX, en la región de Urabá bañada por el río Atrato. Entonces eran territorios remotos y olvidados, muchos años antes de la llegada de la peste de la droga y de la minería ilegal que ha dañado lo que fue una selva cerrada donde convivian negros, indígenas y colonos mestizos con algún aventurero extranjero, como el protagonista invisible de esta obra.
La novela estuvo a punto de ser publicada por Benjamín Villegas Editores. Quizás no lo fue cuando las ventas de la obra anterior de Montaña, mal titulada por el editor "Aguas Bravías" no fueran las esperadas, quedando inédita.

Antonio Montaña posteriormente se enfermó y en sus últimos diez años no tuvo la energía necesaria para seguirla moviendo en el mundo editorial colombiano por lo que quedó guardada hasta hoy.
Las razones para publicarla son muchas. Este libro simboliza el fin del duelo por Montaña: es traerlo a la vida desde sus palabras. Para mí fue su mejor novela y no merece quedar olvidada. Alicia Reichel acaba de cumplir 99 años, siendo ella una de las protagonistas de esta novela, qué mejor regalo. Pero también para Teyé, su compañera por más de 50 años, sus hijos y nietos y obviamente para sus amigos, que no lo olvidan.

Jorge Montaña Cuéllar
Chía, 27 de octubre de 2019

El libro se consigue en la librería Prólogo de Bogotá o directamente conmigo, por whatsapp 3202724667.

Evento de lanzamiento en su casa de la cantera en Chia





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